¿Alguna vez te ha pasado que, en medio de un viaje, todo parece ir mal solo por un pequeño error? Esto fue lo que me pasó en París cuando decidí visitar el Palacio de Versalles. Salí temprano de mi hospedaje con todo planeado: puse la dirección en Maps, pero… ¡sorpresa! La aplicación me llevó a un lugar completamente diferente, y perdí un valioso tiempo. Tras rectificar mi ruta, finalmente llegué a la estación de tren, pero ahí vino otro obstáculo.
Aunque había comprado varios billetes con antelación, en la estación no había taquilla abierta. Solo estaban las máquinas expendedoras, y decidí usar uno de los tickets que ya tenía. Para mi sorpresa, las puertas del tren se abrieron y pensé que estaba de suerte: «¡Vaya, parece que este billete sirve para todo!» Pero estaba lejos de imaginar lo que me esperaba.
A medio camino, cuando solo faltaba una estación para llegar a Versalles, subió un inspector a pedir los billetes. Me habló en inglés y me explicó que mi billete no era válido para el tren que tomaba, aunque traté de explicarle mi error, fue en vano. El resultado fue una multa de 35 euros, cuando el billete adecuado costaba solo 4,05€. Mi única defensa fue el inglés, que me permitió entender lo que estaba pasando y explicar, aunque sin éxito, mi confusión.
Este incidente me hizo darme cuenta de lo importante que es estar preparado, no solo con la logística del viaje, sino también con el idioma. El inglés, aunque no resuelve todos los problemas, me permitió al menos entender la situación y tratar de defenderme.
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